Eugenio María de Hostos laboró incansablemente para que a Puerto Rico se le reconocieran sus derechos como nación. En febrero de 1898, cuando Estados Unidos le declaró la guerra a España, Hostos, presionado por el gobierno chileno por su apoyo a la guerra independentista cubana, renunció a su posición de director del Liceo Amunátegui, en Santiago de Chile, y decidió regresar a Nueva York.
Llegó a Nueva York el 16 de julio. De inmediato Hostos fue a Washington, a consultar con el jurista José Ignacio Rodríguez sobre cuál era la situación que aguardaba a nuestro país. Al enterarse que la intención del gobierno estadounidense era anexar Puerto Rico, sufrió un gran malestar. Sabía que el emergente imperio estadounidense, con un Congreso de inclinación expansionista, podía tratar a los territorios conquistados como colonias. “La patria se me escapa entre los dedos”—escribió entonces en su “Diario”.
Pero Hostos no se rendía fácilmente. Convocó a los puertorriqueños exiliados en Nueva York que formaban parte de la Sección Puerto Rico, del Partido Revolucionario Cubano, y a iniciativa suya se fundó la Liga de Patriotas Puertorriqueños, el 2 de agosto de 1898, en el Chimney Corner Hall, en la calle 26 y 6ta Avenida. Se trataba de un proyecto de autogestión, que diera al traste con la falta de iniciativa y la indolencia. A Puerto Rico se fue Hostos en septiembre del 1898 a organizar la Liga de Patriotas para luchar contra el colonialismo empleando las armas del derecho.